domingo, 19 de octubre de 2008

El juego: una alternativa en la educación (Lourdes L. Otero Vollrath)

-Una persona que no sabe jugar está privada al mismo tiempo de la alegría de hacer y
crear y seguramente está mutilada en su capacidad de sentirse viva.
Rosenar y Gorden


La educación, como proceso preparatorio a una vida digna, ha sido ligada a la evolución social. Las necesidades sociales siempre antecedieron a la preparación adecuada de su solución.
La escuela ha sido y continúa siendo reacia al cambio. Ya no es viable que la escuela se conforme con ser un ente que se limita a la mera transmisión, al simple paso de conocimientos de los que saben a los que ignoran. Es por ello que resulta imperioso que ésta se adentre en la vía de la "democracia cultural" algo diferente a la realidad actual. La democracia cultural se puede concebir como la posibilidad de que cada cual viva y realice la cultura mediante la actividad personal, la creatividad y la participación; Lapierre y Aucouturier dicen: "La enseñanza no puede continuar siendo lo que era hace 30 ó 40 años, es decir, los conocimientos mínimos garantizados por el certificado de estudios primarios por una parte y la formación por otro lado".
Con las perspectivas de los tiempos actuales y los condicionantes que el futuro nos va a imponer, resulta evidente que una escuela que no se lance a la audacia del aperturismo está condenada al más estrepitoso fracaso. Cada día resulta más imperioso que la escuela dote a los educandos de un currículum que esté en concordancia con la realidad, que deje cauces abiertos al desarrollo de la creatividad, a lo nuevo y a lo desconocido. No parece, pues, quedarnos otra alternativa razonable que apostar por una educación diferente, una educación que abarque a todos en todas y cada una de sus dimensiones.
La actual es una escuela de trabajo, cuyo único objetivo radica en las futuras tareas laborales de los educandos:
a) El trabajo tiende a una rápida disminución mientras el tiempo libre está en franco aumento.
b) El individuo, a lo largo de su vida, estará forzado a cambiar de trabajo en varias ocasiones.
Estas dos premisas nos lleva al planteamiento: ¿Para qué sirve la actual educación cuyas únicas miras apuntan hacia el mundo laboral?
La pedagogía actual, en sus matices más innovadores y sus revolucionarias tendencias, apunta hacia el ocio.
Pese a todo, no consideramos acertada una postura tendiente a deslindar la pedagogía educativa y la pedagogía del ocio.
El mundo tiende al ocio y ello nos lleva a pensar que la educación debe estar dominada por ese imperativo. Pero, ¡ojo!, cuando decimos ocio no estamos hablando de un estatus ocioso impuesto, dominador y consumista sino de un ocio libre, creativo y generador de riqueza trascendente.
No caer en un ocio consumista implica desarrollar cualidades tales en los individuos que les predispongan a crear y modular su propio y particular ocio. Lo que sí es claro es que si se inculcan al hombre unos conocimientos concretos, éstos no serán suficientes ya que los tiempos actuales tienden a hacer un hombre que ha de responder íntegramente a todas y cada una de las situaciones con una actitud creativa personal, única, no repetitiva de lo aprendido. Lapierre y Aucouturier señalan:
La educación no es una serie de aprendizajes definitivos, sino una búsqueda permanente sobre temas que se encadenan espontáneamente unos a otros, una escuela que continúa formando un pensamiento estático, basado en la memorización de conocimientos definitivos, de un saber otorgado respecto al cual cualquier error es sancionado, resulta un anacronismo en el mundo de hoy.
Hay que dotar a los individuos de capacidades y no de conocimientos estereotipados y puntuales.
Entonces, a la pedagogía actual no le queda otra salida que preocuparse por:
a) la democracia cultural,
b) el aunamiento de todos los tipos de educación,
c) el educar en la cooperación y participación,
d) el educar para el futuro,
e) los elementos procesuales,
f) el signo de la creatividad,
g) partir del propio individuo.
Dentro de esta estructura pedagógica consideramos al juego en las tareas educativas ya que el aprender de manera lúdica es la forma mejor y más acertada de aprendizaje.
El juego puede ser considerado de varias formas diferentes pero las resumimos en dos:
a) como instrumento y
b) como fin en sí mismo.
En el primer supuesto el juego es utilizado como medio para conseguir otros fines, educativos, instructivos, etc..., es la adaptación que utilizan las asignaturas cuando queremos que el aprendizaje sea divertido; pero también está el juego como valor educativo en sí mismo, éste es formativo y se convierte en objetivo dentro de una óptica de cooperación. Cuando el "me aburro" no tenga cabida en nuestro mundo es que habremos aprendido a jugar utilizando cualquier elemento a nuestro alcance.
El juego es fundamentalmente una actividad libre. Las personas cuando jugamos lo hacemos por placer; precisamente el poder responder a la necesidad de pasarla bien, sin otro motivo, supone un acto de libertad.
El juego se aleja de lo cotidiano, ocupa parámetros especiales y temporales diferentes de los impuestos por la rutina diaria. El juego se realiza según una norma o regla, siguiendo una determinada estructura y, por consiguiente, crea orden.
El juego se puede considerar como la actividad fundamental de la infancia, actividad que se prolonga en la vida adulta. Estamos seguros que éste se convertirá en el gran instrumento socializador.
Entender el juego como contenido es la consecuencia lógica de considerar que éste es un elemento cultural de gran trascendencia. Es propio de todas las culturas y de todos los tiempos. Huizinga, afirma:
El juego cobra inmediatamente sólida estructura como forma cultural. Una vez que se ha jugado permanece en el recuerdo como creación o como tesoro espiritual, es trasmitido por tradición y puede ser repetido en cualquier momento, ya sea inmediatamente después de terminado -como un juego infantil, una partida de bolos, una carrera- o transcurrido un largo tiempo.
La exigencia de los juegos de adoptar puntos de vista externos a uno mismo constituye otra de sus características. Esta exigencia viene determinada, sin duda, por los conflictos y las reglas impuestas desde afuera. Tanto su resolución como la comprensión y su aceptación requieren de una progresión considerable en la construcción del pensamiento infantil. En todo esto no podemos dejar a un lado la motivación, consecuencia del propio placer por el juego y, paralelamente a ésta, también está la necesidad de descubrir, de experimentar, que aparece muy ligada al juego infantil. Para obtener un máximo rendimiento del potencial educativo será necesaria una intervención didáctica consciente y reflexiva encaminada a:

  • Permitir el crecimiento y desarrollo global de los niños mientras viven situaciones de placer y diversión.


  • Construir una vía de aprendizaje del comportamiento cooperativo propiciando situaciones de responsabilidad personal, solidaridad y respeto hacia los demás.


  • Propiciar situaciones que supongan un reto, pero un reto superable.


  • Evitar que en los juegos siempre destaquen, por su habilidad, las mismas personas: diversificando los juegos dando más importancia al proceso que al resultado final.


  • Favorecer la máxima participación y, sobre todo, evitar la eliminación de niños durante el desarrollo del juego, buscando alternativas a esta situación.

¿Qué tipo de juego?

Juegos cooperativos: los juegos en la sociedad actual han dejado de ser participativos y recreativos para convertirse en ejercicios meramente competitivos y sumamente reglados e institucionalizados. Una sociedad renovada, con hombres y mujeres nuevos, necesita de creatividad y participación y de enseñar a jugar desde la óptica de la cooperación.

Juegos creativos: La creatividad debe estar presente en todo proceso educativo. Ciertamente, los juegos no pueden ser excesivamente regidos ni determinados porque un juego rígido, reglado excesivamente y muy determinado no ofrece margen a la imaginación de los participantes.
La educación, según hemos visto, no debe caer en la utilización de métodos repetitivos y debemos tener en cuenta que por encima del juego está la persona, el individuo, el ser integral.
Recordemos que nosotros debemos, como educadores, fomentar la alegría, la espontaneidad, adecuar las clases a los intereses y necesidades de nuestros alumnos promoviendo la participación activa y creadora; de ahí que los contenidos y las actividades deben ser variados y amplios, que ofrezcan la mayor riqueza de posibilidades, sin repeticiones mecánicas. Las actividades deben fomentar descubrimientos nuevos y estimulantes acerca de las posibilidades de los niños, quienes deben encontrar la oportunidad de desarrollar sus capacidades para ser originales y creativos.
El juego es un medio de expresión, un instrumento de conocimiento, un medio de socialización, un regulador y compensador de la afectividad y un efectivo instrumento de desarrollo de las estructuras del pensamiento; en una palabra, resulta un medio esencial de organización, desarrollo y afirmación de la personalidad.

Bibliografía:
Trigo aza, Eugenia. Juegos motores y creatividad. Ed. 2a. Paido Tribo. España, 1992, 274p.
LLeixá arribas, Teresa. Juegos sensoriales y de conocimiento corporal. Ed. 2a. Paido Tribo. España, 1995, 246p.
Chateu, Jean. Psicología de los juegos infantiles. Kapelusz. Argentina, 1968, 149p.
Aquino, Francisco. Cantos para jugar. Trillas, México. 1984. 112p.
La otra el combustible que utilizan para producirla.














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