lunes, 25 de agosto de 2008

Entre la educación no formal. Transitando por ámbitos comunitarios participativos del área rural


Cuando mencionamos el término educación generalmente pensamos en el de escuela o los consideramos como sinónimos, sin embargo, Trilla (1996) plantea que la escuela ha sido una institución histórica, no ha existido desde siempre, nada asegura su continuidad y debemos visualizarla como una etapa del proceso educativo general. No obstante la escuela es considerada como parte de uno de los sistemas educativos más convencionales, pero no necesariamente satisface: los requerimientos sociales que le son planteados desde una perspectiva de transformación social o bien de una simple reproducción. Y también puede decirse algo más: que la sola expansión cuantitativa de los medios convencionales no ha podido ni podrá resolver enteramente la problemática educativa. La extensión de la escuela no sirve al menos como único recurso para cumplimentar los requerimientos educativos de la sociedad actual y futura” (Trilla, 1996: 208).
Considerar la escuela como sinónimo de educación es una visión reduccionista (Richmond, 1980) porque, si bien la escuela constituye una institución que ofrece a los individuos formas para aprender en los planos afectivo y cognitivo, existen otras vías que permiten educar y pueden coexistir con la escuela. Esto nos permite entender a la educación como un proceso dinámico, que puede influir en otros ámbitos de la vida cotidiana y, a su vez, es influido por éstos. De esta manera valoramos también el aprendizaje que se realiza a través de procesos casuales e informales. En este sentido, Pérez (2002) plantea la necesidad de valorar más los procesos educativos adquiridos en la vida cotidiana, con el fin de atender otros medios y entornos educativos que complementan la educación recibida a través del sistema formal de enseñanza, en el cual la escuela tiene su representación más nítida. También suele pasar que los aprendizajes no formal e informal sean los únicos que posee parte de la población. En la medida en que educación y escuela suelen ser consideradas como sinónimos, surge la necesidad de distinguir y caracterizar otros ámbitos en los cuales también se desarrollan procesos educativos. En este sentido, la familia y la comunidad han sido y son espacios de educación de capital importancia.




Si bien la familia resulta de suma importancia como espacio educativo, nos referiremos principalmente al comunitario. En el ámbito comunitario se realiza una gran variedad de formas de participación (Castillo, 2001) que conllevan diversos beneficios, entre ellos solucionar problemas, propiciar espacios de diálogo para la identificación de necesidades comunes, socializar a los niños y poner en práctica roles de género en la participación comunitaria. Esta participación también implica una serie de lineamientos que forman parte del capital cultural con el que cuentan los participantes, el cual se expresa a través de la apropiación simbólica de los bienes culturales, que adquieren significados a través de las relaciones sociales en las que están inmersos y en el valor social que les confieren en la participación comunitaria; también el nivel escolar de los participantes es una forma de capital cultural (Pérez, 2002).http://tariacuri.crefal.edu.mx/crefal/rieda/ene_jun_2006/exploraciones/explora_art1_p1.htm

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